Cuando se nos planteó el
ejercicio de organizar un torneo de debate en las 2 horas de clase me quedé de
piedra. No conocía nada de este tipo de competiciones, salvo por alguna mención
en películas norteamericanas. Pero la verdad es que nunca me había planteado
tomar parte en ninguna porque, a pesar de que me encanta debatir en mi círculo
de amigos, no me motiva demasiado convertirlo en una competición. Sin embargo,
tengo que aceptar que el hecho de tener que organizarlo todo en un espacio tan
corto de tiempo lo entendí como un reto y me motivó bastante.
La actividad planteada en el blog
ya traía bastante bien definidos los puntos que había que concretar. Tenía
claro que la forma más rápida y efectiva de organizarlo todo era reuniéndonos
toda la clase e ir definiendo cada uno de los puntos por consenso o, en su
defecto, por mayoría. Y así fue como en menos de media hora conseguimos acordar
la estructura del torneo. Acordamos el tamaño de los equipos para que el torneo
tuviera suficiente recorrido, realizamos grupos de trabajo a los que se les
asignaría diferentes tareas, seleccionamos los temas de entre algunos
mencionados en otras asignaturas del master, asignamos un tema a cada ronda del
torneo, etc. En resumen, fuimos capaces de articular el esqueleto necesario
para ponernos a trabajar de manera grupal.
Me gustaría señalar que este
proceso fue más rápido de lo que esperaba. Sin duda, demuestra que cuando
tenemos que trabajar contra el reloj somos capaces de dejar las nimiedades de
lado y centrarnos en sacar el trabajo adelante de la manera más resolutiva
posible. Espero que este fenómeno se demuestre válido en lo que a la labor
docente se refiere…
Una vez hecho esto, cada grupo se
puso a trabajar en lo suyo. Los cuatro grupos que iban a debatir preparando su
argumentario y el grupo organizador definiendo al detalle el reglamento. Es
cierto que este último grupo tuvo una carga de trabajo mayor que los demás.
Tuvieron que invertir más tiempo fuera de clase, lo cual debemos agradecer.
Para posteriores ediciones, propondría equilibrar más esa carga de trabajo asignando
más gente o recursos.
Y en cuanto al debate en sí, la primera
ronda empezó con cierta dificultad. Se notaban los nervios y la falta de
experiencia de los integrantes de los equipos en estas lides. Pero, a medida
que avanzaban las rondas, el nivel de los debates creció de manera palpable.
Quedó claro que los seres humanos somos muy flexibles y que nos adaptamos a las
condiciones de nuevos entornos (competitivos en este caso) con suma facilidad.
En este sentido hago hincapié en la buena labor de la organización. Al final de
la primera ronda explicaron algunos parámetros a valorar en su sistema de evaluación.
De forma inmediata los equipos que participaban en la segunda ronda
interiorizaron estos criterios y mejoraron de forma notable.
¡Para terminar, solo
queda felicitar a la organización y a los ganadores por su magnífico trabajo!
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